Autor: René De León G.
El tipo de narrador depende de los ojos y la mente que ven y presentan la acción narrada. Estos ojos y esta mente pueden estar representados por los del propio autor o por los de un personaje (activo o pasivo) de la obra. Quien crea y cuenta la novela es obviamente el autor, pero el narrador (o hablante imaginario) es parte de su creación, es un elemento de la obra literaria. El autor puede presentar la acción narrada desde afuera, sin encarnar en ningún personaje de su obra, o puede ceder la narración a los personajes. La posición adoptada por el narrador frente a los hechos y personajes del autor, condiciona la forma como el autor presenta la acción (en primera, segunda o tercera persona).
De todo lo anterior se desprende que el autor puede narrar su obra desde diferentes puntos de vista, perspectivas, posiciones o enfoques. Puede narrar desde afuera de la obra, objetivamente, a la manera tradicional; en este caso el narrador puede ser omnisciente u observador. También puede narrar desde adentro de la obra al encarnar en uno de sus personajes, o sea, ceder la narración a un personaje; en este caso tenemos un narrador personaje, el cual puede ser un personaje activo (protagonista, autobiográfico, personaje secundario) o un personaje pasivo (narrador testigo)
Tomando en cuenta, pues, la perspectiva que adopte el autor, se presentan los siguientes tipos de narradores:
- Narrador omnisciente: se presenta cuando el autor narra desde afuera, como un dios que lo sabe todo y conoce a sus personajes por fuera y por dentro. Este tipo de narrador utiliza la tercera persona ilimitada.
- Narrador observador: este tipo de narrador también nos cuenta los hechos desde afuera en tercera persona, pero no lo sabe todo como el narrador omnisciente, sino que es un narrador limitado en cuanto a las intimidades de los personajes, por eso se dice que usa la tercera persona limitada.
- · Narrador protagonista: en este caso, el autor cede la narración al protagonista de la obra, el cual narra lo que le ocurre a él y a los demás personajes; este narrador utiliza la primera y la tercera personas.
- · Narrador autobiográfico: es un narrador protagonista que cuenta fundamentalmente su propia vida o parte de ésta. Narra en primera persona.
- · Narrador personaje secundario o Narrador testigo: como su nombre lo indica, se presenta cuando el autor, para narrar la obra, encarna en un personaje secundario que participa de la trama y es testigo de la acción del protagonista y de los demás personajes. Pero puede ocurrir que el narrador sea un mero testigo que, sin participar de la acción, sabe lo ocurrido. El narrador personaje secundario utiliza la primera persona.
- · Se presenta, además, un punto de vista que consiste en que el narrador se dirige a los personajes como si estuviera dentro de ellos, como si fuera su conciencia; para ello utiliza la segunda persona gramatical (tú); este tipo de narrador se conoce como Narrador en segunda persona o Narrador conciencia.
En la novela contemporánea es frecuente el uso fragmentario de la primera persona, a través del recurso denominado monólogo interior o fluir de conciencia, que suele intercalarse con diferentes tipos de narradores. El hecho de mezclar o usar múltiples tipos de narradores en una obra, se denomina orquestación narrativa. Cuando la perspectiva cambia de personaje a personaje, se denomina punto de vista del narrador ambulante.
Existe otro enfoque sobre los tipos de narradores, el cual se basa en cuánto sabe o conoce el narrador con respecto a sus personajes; este enfoque clasifica los narradores en tres tipos: Omnisciente, Equisciente y Deficiente.
- El Narrador Omnisciente es el que sabe más que los personajes y casi lo mismo que el autor. La distancia entre él y el autor es menor que entre el autor y los otros dos tipos de narradores.
- El Narrador Equisciente es el que sabe lo mismo que los personajes. Narra como personaje, por ejemplo, el narrador testigo. Sólo posee la información que tienen los personajes.
- El Narrador Deficiente es el que sabe menos que los personajes. Sólo acota y deja que los personajes se definan.
Para desarrollar este tema, tenemos primero que identificar el tipo de narrador o los tipos de narradores que se presentan en la obra que analizamos. Luego debemos sustentar con ejemplos de la obra que demuestren que es así. La manera más eficaz de comprobar que se presenta determinado tipo de narrador es citando textualmente fragmentos de la obra.
Información ampliada y ejemplificación:
1. Narrador omnisciente
Es el narrador que asume el papel de un dios que lo sabe todo, capaz de analizar las acciones y los pensamientos de sus criaturas, sucesiva y simultáneamente, por fuera y por dentro. Es un narrador visible y omnipresente (Castagnino, Ibid.).
Este tipo de narrador, el más tradicional, es el que se presenta cuando el autor no cede la narración a ningún personaje, sino que narra desde afuera, objetivamente, como un dios que todo lo sabe y conoce a sus personajes por fuera y por dentro. Este narrador utiliza la tercera persona gramatical: él, ella, ellos, ellas. Debido a la omnisciencia del narrador, se dice que usa la tercera persona ilimitada.
El narrador omnisciente presenta los hechos novelescos desde el exterior de la obra; sin embargo, puede adelantar acontecimientos, cimentar los hechos, caracterizar moralmente a los personajes y penetrar en el interior de sus conciencias. Incluso, puede relatar los hechos que ocurrieron en el pasado y a veces conoce el futuro, es decir, sabe de antemano el final del relato y lo que los personajes harán.
Es el prototipo de narrador-dios. A veces este narrador no sólo es omnisciente, sino también omnipresente (está en todas partes). Es decir, el narrador, a pesar de contar desde afuera, es capaz de reproducir los pensamientos o sentimientos de cualquier personaje y de seguir también a cualquiera de ellos a cualquier parte.
El narrador omniscientecuenta la trama desde un punto de vista que le permite conocer absolutamente la psicología, los conflictos, los estados de ánimo e incluso los pensamientos y sentimientos íntimos o inconfesables de todos los personajes. Este tipo de narrador no encuentra límite alguno a sus facultades descriptivas y, generalmente, tampoco adopta opinión alguna ante lo que cuenta, porque esto podría restringir la amplitud de su visión. El narrador omnisciente no influye en los hechos de la historia, ya que su cometido principal es observar, pasando tan desapercibido como un Dios, por lo cual adopta la persona gramatical más objetiva y cómoda para estas funciones (la tercera).
Cuando el autor está usando el narrador omnisciente y quiere reproducir en determinado momento el pensamiento o sentimiento íntimo de un personaje, utiliza otros recursos o enfoques; por ejemplo, puede introducir un diálogo, un soliloquio, un monólogo interior o fluir de conciencia.
El narrador omnisciente se presenta, por mencionar algunas, en las siguientes obras: La Ilíada, La Odisea, La Eneida, El Poema de Mío Cid; El Quijote, La Gitanilla y La Ilustre Fregona (Cervantes); Narciso y Goldmundo, Siddartha y Bajo la Rueda (Hermann Hesse); Crimen y Castigo (Fedor Dostoievski); Doña Bárbara (Rómulo Gallegos); Los perros hambrientos (Ciro Alegría); El Coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera (Gabriel García Márquez); Todo un conflicto de sangre (Rogelio Sinán); El Zarco (Ignacio M. Altamirano); Amalia (José Mármol); el Prólogo y parte del Epílogo de El Ahogado (Tristán Solarte); Pueblos perdidos (Gil Blas Tejeira); Tú sola en mi vida (Julio B. Sosa); Loma ardiente y vestida de sol (Rafael L. Pernett y Morales); Soñar con la ciudad, Ojitos de ángel y La ventana abierta (Ramón Foseca Mora).
Ejemplos:
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse… Cien Años de Soledad, Gabriel García Márquez.
La hermosa joven, cuyo carácter parecía estar en armonía con el del bandido, al ver pasar frente a sus ventanas aquel cuerpo de gallardos jinetes, vistosos y brillantes, y al frente de ellos, montado en soberbio caballo y cargado de plata hasta el exceso, al joven y terrible bandido, cuyo nombre no había sonado en su oído sino con el acento del terror, se sintió atraída hacia él por un afecto en que se mezclaban la simpatía, la codicia y la vanidad como en punzante y sabroso filtro.
El Zarco, Ignacio Manuel Altamirano.
2. Narrador observador
Es el narrador que observa lo objetivable, el mundo físico en que se mueven sus personajes; los oye y escucha; los ve actuar, pero no puede anticipar lo que pasa por sus mentes; no puede seguir el flujo de sus psiquismos… este narrador no es un personaje de la novela y generalmente cuenta con los personajes de la tercera persona gramatical (Castagnino, 1971, 161).
El narrador observador es el que nos cuenta los hechos objetivos, externos (fuera de nosotros), que ocurren en la obra y lo que hacen los personajes, pero no lo sabe todo como el narrador omnisciente, sino que desconoce las intimidades de los personajes (Castillo, 1995, 102). El narrador observador, igualmente que el omnisciente, no es un personaje de la trama, narra desde afuera de la obra, no forma parte del argumento, pero es un narrador limitado en comparación con el omnisciente. Por esto último, se dice que este narrador utiliza la tercera persona limitada. Se limita a narrar lo que le proporcionan los medios naturales de información; ignora muchas cosas por falta de experiencia directa o por no haber obtenido información.
Este tipo de narrador, conocido también como narrador observador externo, narrador básico o narrador objetivo, sólo cuenta lo que se puede observar, asume el papel de un observador ordinario; sabe sólo lo que un hombre común puede saber sobre sus vecinos; se le escapa la totalidad de los acontecimientos y la intimidad secreta de los personajes. A veces el novelista no desea describir más que los signos externos; desea ser impersonal, no omnisciente. Por ello restringe su conocimiento a los hechos que cualquier persona puede observar, a los sentidos de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Como si se tratase de una cámara de cine, el narrador muestra, no explica. No conoce los pensamientos, sentimientos ni deseos de los personajes; tampoco tiene idea sobre lo que pasará más adelante.
Al emplear este tipo de narrador, se renuncia explícitamente a leer los pensamientos de los personajes y a contar cosas que no tengan relación directa con la acción que se narra. Es decir, el narrador describe lugares, acciones, gestos, conversaciones, etc. casi como si fuera una cámara de cine; además, describe olores y otras sensaciones. Dado que se autoimpone la obligación de mantenerse fuera de los personajes, es absolutamente necesario que este narrador sea muy detallista y que cuide mucho la selección de estos detalles que han de dar vida y profundidad a los personajes.
Este narrador describe el mundo en que sus personajes se desenvuelven; no penetra en sus mentes. Ésta es la clase de narrador que encontramos en un conjunto de novelas francesas del presente siglo (XX), agrupadas bajo en nombre de "nouveau roman" (Sierra, 1982, 7). También es el tipo de narrador característico de la novela negra (novela del mundo profesional del crimen).
El narrador observador se presenta, por ejemplo, en la novela Los de Abajo, de Mariano Azuela. Veamos un fragmento de esta obra:
El hombre, sin alterarse, acabó de comer; se acercó un cántaro y, levantándolo a dos manos, bebió agua a borbotones. Luego se puso en pie.
--Tu rifle está debajo del petate –pronunció ella en voz muy baja.
El cuartito se alumbraba por una mecha de sebo. En un rincón descansaban un yugo, un arado, un otate y otros aperos de labranza. Del techo pendían cuerdas sosteniendo un viejo molde de adobes, que servía de cama, y sobre mantas y desteñidas hilachas dormía un niño.
Demetrio ciñó la cartuchera a su cintura y levantó el fusil. Alto, robusto, de faz bermeja, sin pelo de barba, vestía camisa y calzón de manta, ancho sombrero de soyate y guaraches.
Salió paso a paso, desapareciendo en la oscuridad impenetrable de la noche.
El Palomo, enfurecido, había saltado la cerca del corral. De pronto se oyó un disparo, el perro lanzó un gemido sordo y no ladró más.
Unos hombres a caballo llegaron vociferando y maldiciendo. Dos se apearon y otro quedó cuidando las bestias.
3. Narrador protagonista
Se presenta cuando el autor encarna en el protagonista o personaje principal de la obra, el cual narra lo que les ocurre a él y a los demás personajes; este narrador utiliza la primera y la tercera personas.
Este punto de vista en el cual el narrador es a la vez protagonista del relato, ofrece la variante de que la narración sea autobiográfica del autor, o bien de que el autor cree el artificio del yo-narrador (Castagnino, Ibid.).
Cuando el narrador encarna en el protagonista en primera persona, adopta un punto de vista subjetivo que le impide interpretar de forma absoluta e imparcial los pensamientos y acciones de los restantes personajes de la narración. Su subjetivismo, a veces, contamina el género épico o narrativo, habitualmente imparcial y contado por ello en tercera persona, con el género lírico, habitualmente desarrollado en primera persona, y da origen a subgéneros híbridos como la autobiografía, la novela epistolar, las memorias, el diario, la confesión, la novela picaresca, todas éstas con narrador protagonista. Novelas epistolares (con cartas) son, por ejemplo, la I Parte de Pepita Jiménez, de Juan Valera, e Ifigenia, de Teresa de la Parra; ejemplos de diarios son El niño que enloqueció de amor y El hermano asno, de Eduardo Barrios; ejemplos de memorias, Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, y La Vorágine, de José Eustasio Rivera. También encontramos narrador protagonista en obras como La familia de Pascual Duarte (Camilo José Cela), Relato de un náufrago y La hojarasca(Gabriel García Márquez), Hechizo (Rogelio Sinán), El Desván (Ramón H. Jurado). Ejemplifiquemos el uso de este tipo de narrador:
Terminado el trabajo de la fotografía, me fui a cazar, una tarde, por los alrededores de Hong-Kong. Llevaba mi morral y mi fusil. Se daban por allí unos conejillos de carne muy sabrosa, y tenía la esperanza de cazar uno de ellos.
Había ya caminado bastante, sin hallar nada, y estaba algo cansado y sediento; de manera que me acerqué a una casa que divisé desde lejos.
Un chino viejo fumaba su cachimba.
Me llamó la atención, desde que llegué, una chinita, con un pañuelo rojo atado a la cabeza, que me sonrió muy amable.
Cuando pedí agua, fue ella quien me la trajo. Me la entregó con…
Hechizo, La Boina Roja, Rogelio Sinán.
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte…
Nací hace ya muchos años –lo menos cincuenta y cinco—en un pueblo perdido por la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan…
Mi casa estaba a fuera del pueblo, a unos doscientos pasos largos de las últimas de la piña. Era estrecha y de un solo piso, como correspondía a mi posición, pero como llegué a tomarle cariño, temporadas hubo en que hasta me sentía orgulloso de ella. En realidad, lo único de la casa que se podía ver era la cocina, lo primero que se encontraba al entrar, siempre limpia y blanqueada con primor; cierto es que el suelo era de tierra, pero tan bien pisada la tenía,…
De mi niñez no son precisamente buenos recuerdos los que guardo. Mi padre se llamaba Esteban Duarte DIniz, y era portugués, cuarentón cuando yo niño, y alto y gordo como un monte. Tenía la color tostada y un estupendo bigote negro que se echaba para abajo…
La Familia de Pascual Duarte, Camilo José Cela.
El narrador protagonista puede también presentarnos la trama a través de una introspección, de un monólogo o de un monólogo interior. Por ejemplo, en la novela Sin fecha fija, de Isis Tejeira, la protagonista narra toda la trama a través de un monólogo. Ejemplifiquemos con la parte inicial de esta novela:
¡Vea la vaina! ¡Pasó lo que tanto me temía! ¿Por qué no me fui por la escalera?, ¡he quedado atrapada! ¡Contra!, ¡qué país éste en que siempre se va la luz!, y no sé ni dónde está el timbre de alarma. ¡Qué oscuro está esto! Debí haberme fijado dónde estaba el timbre, me enseñaron a ser tan precavida, tan todo en su sitio, tan ordenada… y ahora… Aquí está, este botón debe ser. ¡Esto sí que es oscuro! Nada, está dañado…
4. Narrador autobiográfico
El narrador autobiográfico es un narrador protagonista, con la peculiaridad de que nos presenta fundamentalmente su biografía. Este narrador se presenta cuando el autor cede la narración al protagonista de la obra y éste nos narra esencialmente su biografía. Esa biografía puede corresponder a la vida del autor o ser ficción de un protagonista que cuenta su historia. El narrador autobiográfico puede contarnos toda su vida o parte de ella. Usa la primera persona.
Ejemplo de narrador autobiográfico es el narrador de El Lazarillo de Tormes. Observemos un fragmento del inicio de la obra:
Pues sepa, vuestra merced, ante todas las cosas, que a mí me llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años. Y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomóle el parto y parióme allí. De manera que con verdad me puedo decir nacido en el río.
Pues, siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo cual fue preso, y confesó y no negó y padeció persecución por justicia…
5. Narrador personaje secundario o Narrador testigo
El narrador personaje secundarioes el enfoque narrativoen queel autor, para narrar la trama, encarna en un personaje secundario activo (que participa de la acción), el cual es testigo de la acción del protagonista y de los demás personajes. Utiliza generalmente la primera persona, pero puede hacer uso de la tercera persona.
Es el punto de vista narrativo en que un narrador cuenta en primera persona hechos, no como protagonista, sino como personaje secundario de los mismos. Se mezcla con sus criaturas y en los acontecimientos (Castagnino, Ibid.).
Este narrador, aunque participa de la acción, nos cuenta sobre todo las aventuras de otros personajes más importantes; no sabe nada acerca de los personajes: ve sus movimientos, oye sus palabras, observa el ambiente que los rodea y lo cuenta.
Llaman también narrador testigo a este tipo de narrador, puesto que el personaje secundario activo es testigo de las acciones del protagonista y de los demás personajes
Otros prefieren llamar narrador testigo al que se da cuando narra un personaje secundario pasivo, o sea, que no participa de la acción y sólo es testigo presencial, observador interno de la acción de los demás personajes. Este narrador personaje observador es un caso límite del narrador personaje secundario. El narrador cuenta una historia que vivió o conoció, pero a la que fue totalmente ajeno. Narra, por supuesto, en primera persona y nos ofrece una perspectiva próxima y personal de los hechos cuya autenticidad garantiza diciéndonos que él estaba allí.
El narrador personaje secundario o narrador testigo aparece, por ejemplo, en las siguientes obras: El Ahogado (Tristán Solarte), Historia de Mayta (Mario Vargas Llosa), Gertrudis (Hermann Hasse), Nos han dado la tierra (Juan Rulfo), La serpiente de oro (Ciro Alegría).
Ilustremos con dos fragmentos donde se presenta este tipo de narrador:
Durante los tres meses de vacaciones, él iba todas las tardes a mi casa a practicar la guitarra conmigo y a enseñarme las canciones de moda en Panamá. Nos hicimos amiguísimos. Él contaba poco más de catorce años; pero hablaba y se conducía como si fuera mucho mayor. En mi casa fumábamos cigarrillos (cosa que él aún no se atrevía a hacer en público) y charlábamos. A veces también nos veíamos de noche.
Orlando, en El Ahogado, de Tristán Solarte.
…Si uno vive en Lima tiene que habituarse a la miseria y a la mugre o volverse loco o suicidarse.
Pero estoy seguro que Mayta nunca se habituó. En el Colegio Salesiano, a la salida, antes de subir al ómnibus que nos llevaba a Magdalena, donde vivíamos los dos, corría a darle a Don Medardo, un ciego harapiento que se apostaba con su violín desafinado a la puerta de la Iglesia de María Auxiliadora, el pan con queso de la merienda que nos repartían los Padres en el último recreo. Y los lunes le regalaba un real, que debía ahorrar de su propina del domingo. Cuando nos preparábamos para la primera comunión, en una de las pláticas, hizo dar un respingo al Padre Luis preguntándole a boca de jarro: "¿Por qué hay pobres y ricos, Padre? ¿No somos todos hijos de Dios?" Andaba siempre hablando de los pobres, de los ciegos, de los tullidos, de los huérfanos, de los locos callejeros, y la última vez que lo vi, muchos años después de haber sido condiscípulos salesianos, volvió a su viejo tema…
Narrador que busca testimonios sobre Mayta, en La Historia de Mayta, de Mario Vargas Llosa.
6. Narrador en segunda persona o Narrador conciencia
El narrador en segunda persona se dirige a los personajes como si estuviera frente a ellos o dentro de ellos, como si fuera su conciencia; para ello utiliza la segunda persona gramatical (tú). El empleo de la segunda persona establece un diálogo-monólogo ficticio entre el narrador (hablante imaginario) y un oyente imaginario que no responde. Este narrador puede dirigirse al protagonista o a un personaje secundario. El narrador conciencia, que generalmente representa al autor o a un ente indefinido, se dirige continuamente a un tú que identifica al lector con el personaje. Al dirigirse al personaje, el narrador puede aprobar o desaprobar sus actos; alabarlo o condenarlo; aconsejarlo, recriminarle, amonestarlo, prevenirlo, guiarlo, plantearle reflexiones; hablarle como si fuera su conciencia, como si fuera un juez e incluso como si fuera Dios o una fuerza cósmica.
Narrador en segunda persona encontramos en El Ahogado (Tristán Solarte) y Loma ardiente y vestida de sol (Rafael L. Pernett). Veamos cómo el narrador "le habla" al personaje Santo, el taxista, en la novela Loma ardiente y vestida de sol:
Tú te acuerdas de cuando Carmencito estaba en la Loma. Era gordita y algo graciosa… Tú te acuerdas del señor Armando, su viejo,… Tú te acuerdas que Carmencito se mudó a la Loma cuando estaba en quinto año de secretariado…Tú te acuerdas del otro novio que se buscó Carmencito y que tú traías todas las noches en tu taxi…
Y tú, ya viste lo que te pasó: mientras manejabas tu taxi nadie te regateaba un real. También es cierto que en la Loma nadie usaba tu taxi como no fuera el novio de Carmencito, la que llegó a viceministro, pues la mayor parte de las veces los de la Loma bajan al centro a pie como los camellos y a veces sudando como caballos porque el sol, cuando dice voy, viene de verdad, y los busitos no pasan por la Loma porque como no hay plata nadie se monta en ellos. Pero en cuanto te hiciste ñángara te ficharon más rápido que en seguida…
Ahora observemos cómo el narrador se dirige a Rafael, en el epílogo de El Ahogado:
Sí, Rafael. Tu tumba no ha podido permanecer, como era tu deseo, en el anonimato. Son muchos los que saben que esa prominencia es la que cubre tus huesos…
Sí, Rafael. También hay jazmines sobre tus restos. Hay jazmines, Rafael, la flor que tú tanto amaste hasta convertirla en un símbolo de todo lo que te era extraño, lejano e intensamente añorado…
Perdóname, Rafael, que abandone ahora este semidiálogo, este truco literario. Me importa aproximar más aún al lector a la intimidad mental de esta encantadora mujer.
¡Se han ido, Rafael! Te han abandonado en este primer aniversario. El año entrante serán menos. Tal vez nadie visitará este montoncito de tierra.
Ahora sólo quedo yo, Rafael. Pero una muralla insalvable separa mi mundo del tuyo. No puedo penetrar en él. La distancia es inconmensurable,…
7. Monólogo interior o Fluir de conciencia
El monólogo es un procedimiento narrativo y teatral que consiste en presentar el discurso de un solo hablante. Cuando el monólogo que reproduce el pensamiento de un personaje aparece en la novela, se denomina monólogo interior. Es como un fluir de la conciencia, un diálogo interiorizado, formulado en lenguaje interior, entre el yo locutor y el yo receptor. Henry James lo denominó corriente de conciencia; James Joyce, palabra interior.
El monólogo interior, fluir de conciencia o fluir psíquico es una técnica narrativa que no hace otra cosa que presentar los procesos mentales de sus personajes. Es como un surtidor que se desata. Es un artificio narrativo para introducir directamente al lector en la vida interior del personaje sin intervención alguna del autor de la novela. El personaje habla consigo mismo y deja que su conciencia fluya. Los personajes exponen sus sentimientos más íntimos, como surgen en la mente; hay una libre confesión y manifestación externa de la intimidad de su conciencia. Los monólogos se presentan muchas veces sin pausas, sin puntos ni comas; así el novelista indica esa confusión y caos que hay en la conciencia del personaje, eliminando en la escritura los signos de puntuación. En las obras de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, se encuentran brillantes ejemplos de monólogo interior (López y Solís, 1980, 44-45).
Con este recurso, el narrador omnisciente, el narrador protagonista u otro tipo de narrador pueden contarnos lo que ocurre desde lo profundo de la conciencia de los personajes, sin ninguna organización lógica previa, sin ninguna censura moral. Esta forma de narrar exige muchísima atención y gran concentración de parte del lector. A través de este recurso quedan palpables los procesos mentales y los impulsos íntimos de los personajes.
Esta técnica consiste, pues, en exponer lo que el personaje va pensando, lo que va fluyendo de su conciencia, sin el orden ni la coherencia propios del lenguaje planificado para un receptor. El fluir de conciencia se da en el pensamiento del personaje, pero puede que el personaje hable para sí mismo lo que va pensando.
Este mecanismo nos permite acercarnos a las secretas intimidades de los protagonistas. Consiste en reproducir, en primera persona, los pensamientos del protagonista tal y como surgen en su conciencia. Es una técnica poderosa para explicar el mundo consciente y el subconsciente. La estructura del monólogo depende del grado de conciencia o inconciencia del protagonista.
El monólogo interior trata de reproducir los mecanismos del pensamiento en el texto, tales como la asociación de ideas. Se caracteriza principalmente por la fusión del mundo real y el mundo interior, imaginado por alguno de los protagonistas. Con frecuencia, en este tipo de literatura, resulta complicado descifrar lo que ocurre.
Normalmente, los escritores utilizan largas oraciones que se mueven de un pensamiento hacia otro. Frecuentemente usan la elipsis y, en algunas ocasiones, evitan utilizar los signos de puntuación o los medios de enlaces lógicos para no romper el flujo repentino de ideas.
En los monólogos interiores, los escritores tratan de expresar los estados de ánimo, los pensamientos secretos, los sentimientos ocultos o los deseos reprimidos de los personajes y, por tanto, del ser humano. Los contenidos de los monólogos constituyen mundos internos del hombre que en la mayoría de las ocasiones ocultan fantasías y pensamientos que nunca podrán ser realizados.
Los antecedentes de esta técnica se remontan al siglo XIX (Stendhal, Dickens, Dostoievski) y su influencia es decisiva en el Ulises de James Joyce (1922) y en las obras de Proust, William Faulkner, A. Huxley, M. Delibes, Goytisolo, Camilo J. Cela, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, etc. Examinemos los siguientes ejemplos:
¡Qué diferente vida la mía si amase al marqués de Croisenois! Sería nada más que una nueva edición de esa felicidad que mis primas gozan y que tan intensamente aborrezco. Me sé de memoria todo cuanto habría de decirme el pobre marqués y lo que yo le respondería. ¿Qué clase de amor es ése que obliga a vivir en continuo bostezo? Más vale hacerse devota…
Matilde, en Rojo y Negro, de Stendhal.
Sí, el hombre lo tiene todo al alcance de la mano, y, como buen holgazán, deja que todo pase ante sus mismas narices... Esto es ya un axioma... Es chocante que lo que más temor inspira a los hombres sea aquello que les aparta de sus costumbres. Sí, eso es lo que más los altera... ¡Pero esto ya es demasiado divagar! Mientras divago, no hago nada. Y también podría decir que no hacer nada es lo que me lleva a divagar. Hace ya un mes que tengo la costumbre de hablar conmigo mismo, de pasar días enteros echado en mi rincón, pensando... Tonterías... Porque ¿qué necesidad tengo yo de dar este paso? ¿Soy verdaderamente capaz de hacer... "eso"? ¿Es que, por lo menos, lo he pensado en serio? De ningún modo: todo ha sido un juego de mi imaginación, una fantasía que me divierte... Un juego, sí; nada más que un juego. Raskolnikov, en Crimen y Castigo, de Dostoievski.
Cruzó por la esquina de la calle Nassau y se quedó delante del escaparate de Yeates e Hijo, viendo los precios de los gemelos. ¿Y si me dejo caer por el viejo Harris a charlar con el joven Sinclai? Tipo bien educado. Probablemente estará almorzando. Tengo que arreglar esos gemelos viejos. Lentes Goerz, seis guineas. Los alemanes se están abriendo pasos por todas partes. Venden con buenas condiciones para capturar el comercio. Con rebaja. Podría encontrar por casualidad unos en la oficina de objetos perdidos de los trenes. Es asombrosotas cosas que deja la gente en los trenes y los guardarropas. ¿En qué están pensando? Las mujeres también. Increíble. El año pasado yendo de viaje a Ennis tuve que recoger el bolso de aquella hija de un campesino y entregarlo en el empalme de Limerick. Dinero sin reclamar también. Hay un relojito allá arriba en el tejado del banco para probar esos gemelos.
Leopold Bloom, en Ulises, de James Joyce.
No, no voy a abrir los labios: o esa línea arrugada, sin labios, en el reflejo del vidrio. Mantendré los brazos alargados sobre las sábanas. Las cobijas me llegan hasta el vientre. El estómago… ah…Y las piernas permanecen abiertas, con ese artefacto frío entre los muslos. Y el pecho sigue dormido, con el mismo hormigueo sordo que siento… que.. que sentía cuando pasaba mucho tiempo sentado en un cine…
Artemio Cruz, en La Muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.
No creo que exista el diablo pero el Jaguar me hace dudar a veces. Él dice que no cree, pero es mentira, pura pose. Se vio cuando le pegó a Arróspide por hablar mal de Santa Rosa. Mi madre era devota de Santa Rosa…
Alberto, en La Ciudad y los Perros, de Mario Vargas Llosa.
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- Castagnino, Raúl H. (1971), El Análisis Literario, Buenos Aires: Argentina, Editorial Nova.
- Castillo, Abel (1995), El Lenguaje Literario, Panamá: Panamá, Ediciones Ariel.
- López, Rosa de y Odilia de Solís (1980), Análisis de Texto Literario (folleto), Panamá: Panamá, Dirección General de Educación Secundaria, Supervisión de Español.
- Sierra, Sylvia R. (1982), Nociones Literarias (folleto), Panamá: Panamá, Ciudad Universitaria.
René De León G
Panamá, Panamá, 2011.
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